Bienvenidos otra vez, les voy a presentar una de muchas aventuras en las que Don Quijote rebela su percepción imaginaria de una situación.

 La aventura de los rebaños
Después de los sucesos en la venta, de no pagar y salvar a Sancho de una paliza, les llega una nube de polvo en el camino, que resulta ser dos bandas de rebaños que se en enfrentan entre si.

Pero resulta que la imaginación de Don Quijote los ve como dos ejércitos enfrentándose, y su ilusión es tanta que logra ver muchos caballeros conocidos con sus respectivos escudos, mientras que para la vista de Sancho logra ver que parecen carneros peleando.

Pero aunque le dijo esto, se abalanzo hacia los rebaños en plena batalla para apoyar en la batalla, apoyando del lado de un valeroso emperador, Pentapolín del Arremangado Brazo. Mientras que los pastores y ganaderos de los rebaños le decían que no hiciera eso, pero como no lo lograron convencerle, le empezaron a arrojar piedras, terminando una en sus costillas, así, quebrándoselas.

Creyendo el que el estaba herido por lo de la batalla, intentando reponerse, pero luego vino otras piedras que le rompieron la mano y los dientes, quedando muy lastimado. Al llegar los pastores y ganaderos, y viendo a Don Quijote en un estado deplorable, decidieron huir, porque pensaban que de alguna forma lo mataron. Después de que se fueron, Sancho fue corriendo hacia su amo, restregándole de nuevo su advertencia, mientras que Quijote piensa que todo esto fue obra de es por un encantador envidioso que le anda siguiendo, y que para sanarse, necesitaba un bálsamo que el mismo hizo en la venta, pero lo vomito, y Sancho al verlo también lo hizo. Este capitulo termina cuando van a buscar otro alojamiento y comida.

Aquí se pudo ver que en una situación, sin importar lo más normal que se pueda ver, Don Quijote la puede distorsionar y convertir en lago que solo un loco puede comprender. Viendo así que aunque claramente sea un rebaño en plena riña, Don Quijote la vera como si fuera la más épica batalla jamás vista, hasta que le revienten los dientes y las costillas a pedradas durante el encuentro.

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